lunes, 15 de noviembre de 2010

San Cipriano

San Cipriano de Antioquía, fue antes de su conversión al cristianismo, uno de los magos más famosos que se han conocido.
Nacido en Antioquía, entre Siria y Arabia, de padres muy ricos y poderosos, vencio todas las artes mágicas hasta la edad de 30 años en que se convirtió a la religión de Cristo.
Dejó escritos infinidad de libros de hechicería producto de sus muchos conocimientos y de las propias maravillas que ejercitó en su época de mago, y que causaron la admiración de todas las gentes.
Ejercía un poder formidable sobre los espíritus infernales, que le obedecen en todos sus mandatos. Llegó a efectuar sorprendentes encantamientos.
Tuvo dominio absoluto sobre las personas y los elementos debiéndose su conversión al cristianismo al siguiente raro suceso:
Había en Antioquía una doncella cristiana llamada Justina, tan rica como hermosa, hija de Edeso y Cledonia, los cuales la habían educado en su religión, que era de los gentiles. Justina oyó un día predicar a Pralio, diácono a la sazón de Antioquía, y al escuchar las bellezas ideales de la religión cristiana, se convirtió a ella, logrando poco después que sus mismos padres de hicieran cristianos.
Un joven llamado Aglaide, se enamoró de Justina y la solicitó por esposa, lo cual no pudo conseguir, porque ella ya se había ofrecido a Jesucristo.
Desesperado Aglaide, recurrió a Cipriano el Mago para que doblegara a aquella mujer que tan rebelde se mostraba a sus deseos; elcual aplicó al efecto todos sus hechizos y encantamientos invocando a los espíritus para que le ayudaran en su empresa.
Todo, sin embargo, resultaba inútil. Justina resistía toda clase de sortilegios, porque se hallaba bajo la intercesión de la Virgen y auxiliada por la divina gracia de Jesús, teniendo además en las rayas de la mano derecha el signo de la cruz de San Bartolomé, la cual por si sola, tiene poder contra toda clase de maleficios y encantamiento.
Lleno Cipriano de furor, al verse vencido por una tan delicada criatura, se levantó contra Lucifer, y le dijo:
-En que consiste, ¡oh genio del Averno!, que todo mi poder se vea humillado por una tan débil mujer. ¡No puedes ni tampoco con tanto dominio como posees, someterla a mis mandatos! ¿Dime luego, qué talismán o amuleto la protege que la fuerzas para vencerme a mí y hacer inútiles todos mis sortilegios?
Entonces Lucifer, obligado por orden divina, le dijo;
-El Dios de los cristianos es Señor de todo lo creado, y yo, a pesar de todo mí dominio, estoy sujeto a sus mandamientos, no pudiendo atentar contra quien haga uso del signo de la cruz. De esto se vale Justina para evitar mis tentaciones.
-Pues siendo así -dijo Cipriano-, desde ahora mismo reniego de tí y me hago discípulo de Cristo.
Lo cual hizo, logrando más adelante recibir el martirio y ser contado entre el número de los santos.
(Extracto del libro de San Cipriano)









                                                               

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